Pendientes por: Raquel Miroslava

Pendientes por:
Raquel Miroslava
Comenzaba el verano y salía a conocer la ciudad. Una ciudad que siempre estuvo aquí, pero yo no era el tipo de persona que se aventure a conocerla en su totalidad. Solo nunca me di la tarea de conocerla genuinamente.

Un día que me dio la curiosidad por caminar entre las calles desconocidas y pintorescas, encontré un bazar en el cual el ambiente se sentía cargado de nostalgia, los colores y formas se dejaban ver desde lejos, invitándome a acercarme e ir descubriendo cada vez con más detalle cada una de las cosas que se asomaban desde dentro del lugar con algo de timidez y ternura.

Al entrar sentí ese gusto culposo de hurgar entre cosas personales de las personas que habían sido poseedores de esos objetos. Imagino posibles situaciones que han vivido tan solo con tocar aquellas piezas que se asomaban entre mesas y estantes.

Mi mirada recorría cada centímetro de historia reflejada en ropas viejas, pequeños adornillos de mesa, flores artificiales y otro tipo de cachivaches que no tenía idea que existían.

De pronto una extraña energía me recorría el cuerpo. Esa sensación de haber encontrado ese “algo” de valor, como un tesoro encontrado por un aventurero.

Un par de pendientes turquesa, con una anilla dorada alrededor de la piedra aparentemente sintética. No parecen ser tan antiguos, pero a pesar de eso se notaban que estuvieron almacenados durante años.

Una dama se acercó a mí, quizás pudo intuir mi interés en comprar algo, ella sabe que las buenas estrategias de venta empiezan con una gran historia, por lo cual comenzó a platicarme:

Dama – Un día perdí un pendiente, choqué con un joven cuando andaba paseando en mi bicicleta. Nuestras miradas se cruzaron un instante antes del impacto, me levanté con mucha pena al ver que lo había atropellado. Yo había sido la culpable de haber ido tan rápido. Le ayudé a incorporarse y pude ver que no le había pasado gran cosa, más que algunos golpes y raspones.

Ese día perdí un pendiente, pero gané a un amigo. – Me dijo agregando a su historia.

Dama – Con el paso del tiempo nos fuimos conociendo y llegamos a ser novios. Así que entre muchos de los regalos que me hizo, un día llegó con estos pendientes para mí. Al despedirnos ese día le agradecí el detalle y el partió rumbo a su casa. Ese día sufrió un accidente de coche y lamentablemente murió. Ese día gané un par de pendientes, pero perdí al amor de mi vida.

Al escuchar la historia de la bella Dama, me sorprendió el giro que dio. Le pregunté con tristeza el porqué vendía entonces tan importante recuerdo y me contestó lo siguiente:

Dama – La vida está llena de pequeños momentos, uno decide qué cosas guardas para recordarlos, algunos son alegres y otros no tanto. Prefiero guardar aquel único pendiente que me quedó del choque con mi amado, y con el cual lo conocí. Y recordar toda una vida llena de alegrías. Al final y al cabo los recursos siempre prevalecen.

Trata de elegir los buenos primero – Me comentó para finalizar.

Me llevé los pendientes definitivamente. Al comprarlos no solo gané unos pendientes, si no que ahora había transformado su significado de un recuerdo triste a una gran historia de un bazar pintoresco, una bella Dama y un gran amor.

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